Mi puntuación y opinión como fan del cine, no experto crítico:
☆☆☆☆ ------ Excelente ------ 10/10 ---------------- No te la pierdas.
Si creías que los telefilmes de los 70s eran todos suaves, predecibles y con música cursi de fondo... A Taste of Evil / La presencia del Diablo viene a desmentirte, darte una cachetada emocional, y luego dejarte pensando si tu mente también está jugando contigo. Y es que este es un indispensable para fans del terror psicológico de telefilmes setenteros.
Producción de Aaron Spelling (sí, el mismo de Home for the Holidays y The House That Would Not Die), este thriller disfrazado de postal Hallmark se atreve a tocar temas fuertes —desde traumas de abuso de la infancia hasta manipulaciones sicológicas retorcidas— todo bajo una estética limpia, diálogos formales y cero sangre, pero ¡ufff! qué intensidad. Lo que no se muestra, se sugiere… y lo que se sugiere, se te clava como un cuchillo emocional.
Y luego está ella: la gran Barbara Stanwyck, quien actúa con una elegancia sombría, como si supiera todos los secretos del guion desde el primer minuto. Su sola presencia eleva la película y te deja claro que esto no es cualquier telefilme dominguero. A eso sumale un elenco sólido, ambientaciones bien logradas y una música inquietante... pero lo mejor viene con los giros.
Sí, giros. Porque cuando creés que ya entendiste todo, ¡bam!, el primer twist psicológico que te deja helado. Y justo cuando lo estás procesando, ¡bam! otra vuelta de tuerca, esta vez más hitchcockiana y con más malicia. Y cuando por fin llega el final —aparentemente feliz— te das cuenta de que lo que viviste fue una pesadilla disfrazada de sueño.
A Taste of Evil es eso: una película que parece dulce, casi inocente, pero que en realidad es un cóctel de traumas, engaños y crueldad envuelto en papel de regalo setentero. Un telefilme psicológico que no grita... pero susurra cosas siniestras que te persiguen.
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