Vistas de página en total

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Miracle On 34th Street / Milagro en la Calle 34 (1994)

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


No sé cuántos crecimos igual, pero yo aún recuerdo —muy borroso pero muy presente— ver de niño en los 80s la versión clásica de Miracle on 34th Street, específicamente la escena del juicio; esa parte se me quedó tatuada en la memoria infantil como una mezcla de solemnidad y magia navideña judicializada. Luego, en los 90s, llegó esta versión de 1994 y, claro, ahí sí pude verla completa, varias veces, y después ya de adulto, otras tantas durante diciembre en la TV. La original no la he vuelto a ver (y no quiero criticarla hasta revisitarla), pero esta versión noventera merece su comentario porque, sorpresa: sigue funcionando, y funciona muy bien.


A primera vista parece un filme algo infantil, de esos que te esperás que sean pura azúcar navideña. Pero no: también es una película para adultos… para esos adultos que todavía conservan un pequeño foco de ilusión encendido, no para creer literalmente en Santa Claus, sino para creer que la vida —a ratos— puede ser buena, cálida y misteriosa. Y claro, Santa es un símbolo pop, un añadido moderno a una tradición cristiana que viene mezclando siglos de historia, paganismo y folklore. La Navidad es un collage hermoso y caótico, y este filme captura ese espíritu sin volverse sermón ni fábula empalagosa… bueno, solo un poquito empalagosa, pero de la manera rica.


La película, dirigida por Les Mayfield, es un remake cuidadoso del clásico de 1947 —sí, del 47, no de los 60 como solemos recordar vagamente— producido por John Hughes, gran responsable del cine familiar más emblemático de finales de los 80 e inicios de los 90 (Home Alone, Uncle Buck, Curly Sue). Y se nota su toque: esa mezcla de ternura, comedia ligera y un punto de ironía amable que evita que la película se derrita en azúcar.


El elenco, además, está perfecto en ese tono. Richard Attenborough (Sir Richard Attenborough, dicho con respeto navideño) interpreta a Kris Kringle con tal dulzura y autoridad que uno entiende por qué medio Nueva York está dispuesto a creerle. Mara Wilson, en plena época dorada post-Mrs. Doubtfire, es la niña escéptica que no quiere dejarse engañar por cuentos de hadas… hasta que la vida la sorprende. Y Elizabeth Perkins y Dylan McDermott aportan ese romanticismo noventero corporativo que tan bien encaja con el estilo Hughesiano.


Lo que más me gusta —y aquí coincido conmigo mismo, versión niño y versión adulto— es ese juego narrativo: ¿y si realmente es Santa? La película jamás te lo confirma de manera explícita. No hay magia en pantalla, no hay efectos, no hay renos voladores… pero sí hay indicios y misterios, lo que la hace más realista de lo que uno esperaría. Funciona como un thriller suave de fe y duda. ¿Es un hombre con delirios? ¿O es el verdadero Santa? El filme deja abierta esa puerta, y esa ambigüedad es lo que lo convierte en un clásico moderno.


En cuanto a la recepción, la película tuvo una modesta taquilla, recuperando apenas su presupuesto de 17 millones de dolares aprocimados, con unos 46 millones de dólares aproximadamente, lo cual en los 90 no la convirtió en el gran éxito navideño que Hughes esperaba. Pero con los años, en VHS, cable y ahora streaming, se consolidó como una favorita familiar. Hoy es más querida de lo que fue en su estreno, y esa es la magia del cine navideño: a veces no pega en la sala, pero sí en el sillón de la sala de tu casa.


La producción incluso reconstruyó parte del desfile de Macy’s porque la famosa tienda —por razones publicitarias internas— no quiso aparecer en la película. Así que la 20th Century Fox hizo su propio desfile falso… más navideño que el real, para serte sincero. Ese tipo de detalles terminan dándole ese encanto extra de “Navidad manufacturada con amor”.


En fin: Milagro en la Calle 34 (1994) es dulce, sí. Es idealista, sí. Es más edulcorada que la original, también sí. Pero es una película refrescante, tierna, intrigante y con ese toque de ilusión que necesitamos cuando el mundo se pone demasiado gris. Y la moraleja final —acerca del amor, la familia, la fe en algo mejor, y ese tipo de cosas que uno solo confiesa en diciembre— pega muy bonito.


Porque si, al igual que yo, tienes una familia, o una parte de ella, con quien puedas llevarte lo suficientemente bien como para ver esta película juntos… ya sabes que ese es tu mayor milagro.




No hay comentarios:

Publicar un comentario