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domingo, 9 de noviembre de 2025

The Scarlet Letter / La letra escarlata (1995).

Mi puntuación como fan del cine, no experto crítico:

 ☆☆☆☆ ----- Excelente -----10/10) ------ No te la pierdas.


Wow! Este fue el segundo drama romántico que me encantó durante mi adolescencia y a inicios de mi vida como cinéfilo —el otro es The Remains of the Day (Lo que queda del día, 1993), que otro día reseñaré—. The Scarlet Letter (La letra escarlata, 1995) se siente como una versión ligera, casi pulp-romántica, de la historia original de Nathaniel Hawthorne. Claro, adaptar una novela tan profunda y crítica al formato cinematográfico es un desafío, y más cuando se trata de un relato de puritanismo, culpa y deseo. Pero esta película, dirigida por Roland Joffé (sí, el mismo genio detrás de The Killing Fields), me atrapó desde el momento en que Demi Moore, en plena convicción de su personaje, pronuncia ese “Yo puedo hablar con Dios” mientras las cuáqueras la miran con terror, como si acabara de invocar a Satán. En ese instante supe que sería sensacional. Y lo fue.


Demi Moore interpreta a Hester Prynne con una mezcla electrizante de rebeldía, ternura y belleza salvaje. Es imposible no enamorarse de ella. En su mirada hay una especie de desafío sensual al sistema, una fuerza interior que trasciende el corsé y la culpa. Cuando llega esa escena del baño —con un pajarito rojo observando, casi como cómplice— y la joven esclava la contempla en secreto a través de una rendija, mientras Hester se desnuda y se ve al espejo antes de sumergirse en la bañera… ¡cuánto simbolismo sutil! Una escena que destila lujuria contenida, feminidad y libertad, con una insinuación de deseo lésbico femenino apenas perceptible, pero tan dulce y humana que sorprende pensar que esto se filmó en 1995. Wow.


Y también esta él: Gary Oldman. Qué actor. Qué presencia. Qué mirada capaz de derretir al mismísimo puritanismo de Nueva Inglaterra. Su reverendo Arthur Dimmesdale es un hombre dividido entre la fe y la carne, entre la salvación y el infierno del deseo. Y sí, además de su inmenso talento actoral, también demuestra que tiene un físico más que digno de elogio. Aún recuerdo la sorpresa  al descubrir que, además de un rostro expresivo y una voz que podría redimir pecados, Oldman tenía muy buenas nalgas. Nunca lo imagine. Lo digo sin pudor ni ironía: el cine también es cuerpo, y aquí el cuerpo se vuelve poético.


La escena de sexo entre Demi y Gary es, de hecho, uno de los momentos más bellos y atrevidos del cine romántico de los noventa. Explícita pero no pornográfica, ardiente pero siempre dulce. Todo se siente tan romántico y a la vez tan inevitable, que uno termina convencido de que el amor —incluso en medio de la represión puritana— puede ser un acto sagrado. Y pensar que en Panamá, donde la vi a los 16 años, la clasificaron como PG-13, cuando en Estados Unidos era R. Tal vez fue un error de la censura panameña o quizá eran más liberales allá… pero bendita sea esa confusión, porque gracias a ella pude ver esta joya sin remordimientos.


Claro, The Scarlet Letter no es perfecta. Tiene sus excesos melodramáticos y un guion (de Douglas Day Stewart) que se toma más libertades con el texto original de Hawthorne que un amante con su amada en plena noche en un resort de playa. Pero qué importa. Roland Joffé logra que todo fluya con una mezcla de pasión y solemnidad que me encanta. Y aunque la crítica de la época la destrozó — y fue un fracaso de taquilla, recaudando apenas unos 10 millones de dólares en Estados Unidos frente a un presupuesto de casi 50 millones—, para mí es una película que vibra, que respira, que se atreve a sentir.


Robert Duvall completa el triángulo interpretativo como el vengativo Roger Chillingworth, un personaje que aporta ese toque de oscuridad moral tan necesario. Pero en el fondo, La letra escarlata es el duelo entre Moore y Oldman: dos actores en su plenitud, entregados a la pasión y a la tragedia, recordándonos que el amor, incluso cuando es pecado, puede ser una forma de redención.


Y sí, admito que el final feliz podría parecer una herejía dentro del contexto histórico: en la vida real, muy pocos —o ninguno— como Hester y Arthur lograban vencer al status quo cristiano-puritano imperante. Pero qué importa. El cine también está para darnos lo que la historia nos niega.


En resumen: The Scarlet Letter (1995) es una película que me marcó no solo por su erotismo romántico ni por la belleza e intesidad de Demi Moore y de de Gary Oldman, sino por lo que me hizo sentir. Y no hablo de lujuria, sino de amor. Amor por el cine, por la humanidad y por esos momentos donde la pasión y la fe se funden en una misma llama.










viernes, 31 de octubre de 2025

X-Ray / Hospital Massacre / Rayos X (1981).

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


Sorprendentemente terrorífica —y deliciosa en su baratísima estética de serie B—, X-Ray es una joya escondida del catálogo de The Cannon Group, esa legendaria fábrica de cine comercial ochentero donde todo era posible: ninjas, venganzas, erotismo, y claro, hospitales donde un psicópata con bata médica acecha con bisturí en mano.


La dirigió Boaz Davidson, el mismo que años antes había hecho la comedia adolescente The Last American Virgin (esa donde el drama hormonal se toma más en serio que Shakespeare). Pero aquí Davidson se pone quirúrgico, literal y figuradamente. Con guion coescrito junto al novelista Marc Behm, el resultado es un slasher de hospital: quirófanos desiertos, pasillos eternos, luces parpadeantes y un aire de pesadilla.


La trama es simple y maravillosa: Susan Jeremy (la bellísima Barbi Benton, exmodelo de Playboy y reina de la televisión setentera) llega a hacerse un chequeo médico rutinario y, sorpresa, el hospital resulta estar lleno de personal rarísimo y cadáveres. Todo mientras un asesino la vigila con obsesión quirúrgica y asesina.


Desde los primeros minutos —con todas esas escenas iniciales tan “falsa alarma” típicas del pulp horror— el filme deja claro su tono: humor negro involuntario, sustos efectistas, erotismo ligero y violencia estilizada. El rodaje se llevó a cabo en locación de hospital real (el Hollywood Presbyterian Medical Center en Los Ángeles), lo que añade un grado de autenticidad a la ambientación: pasillos largos, luces parpadeantes, niebla de “fumigación” que cubre el noveno piso… Esos detalles refuerzan la atmósfera onírica-pesadillezca. 


Davidson sabe jugar con el “susto que no es susto”: te tensa, te relaja, te vuelve a asustar.con un entorno inusitado para el slasher: un hospital con apariencia de estar casi desierto y quirófanos que generan claustrofobia.


Si bien se ha indicado que la película data de 1981, su estreno en EE.UU. fue despues, en abril de 1982 bajo el título Hospital Massacre. No hay datos fidedignos de taquilla — lo cual no es raro para producciones de este tipo y época — lo que sugiere que su rendimiento fue modesto, sin grandes giras internacionales ni impacto masivo, más bien se instaló en el circuito de cine de explotación y VHS posterior. Encontró su segunda vida en VHS y maratones de medianoche.


La película fue producida por los infames y prolíficos productores israelíes Menahem Golan y Yoram Globus bajo la bandera de Cannon / Golan-Globus, sello que en esos años experimentaba con todo tipo de géneros low-budget para captar público rápido.


En cuanto a calidad artística hablando con honestidad: la cinta tiene sus altibajos pero encaja perfectamente con lo que menciono al inicio. Los jump-scares o “falsa alarma” funcionan: el espectador cree que viene el asesinato, se tensa, y de pronto… nada, sólo una sombra moviéndose, un ebrio comiendo… y así sucesivamente. La ambientación hospitalaria aporta una sensación de aislamiento — estamos dentro de una institución supuestamente segura, y sin embargo todo allí está mal: ascensores que no funcionan, personal extraño, quirófanos cerrados, cadáveres que surgen de la nada — lo que le da al filme esa mezcla de pulp y terror que mencioné. Algunos críticos lo han analizado desde la óptica del “medical gaze” (la mirada médica) y cómo la protagonista es más objeto de observación que de acción, lo que en el fondo añade una capa más profunda a este entretenimiento gore/slasher


X-Ray no busca reinventar el terror; busca divertirse con él. Y lo logra. Tiene escenas gloriosamente absurdas (esa caja con la cabeza decapitada, por favor) y momentos de delirio que rozan lo surreal. La atmósfera hospitalaria —fría, mecánica, deshumanizada— amplifica el miedo básico a la vulnerabilidad: estar a merced de otros mientras te anestesian o te observan. Y NO tienes idea exacta de quien es el asesino... hasta el truculento, sensacionalista y sorprendente final.


Y sí, el guion se enreda, los secundarios existen solo para morir, y hay tomas al inicio que parecen recicladas de Bloody Birthday (1980). Pero eso es parte del encanto: este slasher puede ser para algunos puro placer culposo, para otros algo que sin culpa se disfruta (yo soy de estos ultimos) todo con ritmo, color, y un fetichismo por los pasillos hospitalarios digno de un videoclip de synth-pop.


En definitiva, X-Ray es un slasher con bisturí, bata y perfume a desinfectante ochentero. Un delirio pulp que no pretende asustar tanto como seducir con su atmósfera de hospital erótico-mortal.


Una pelicula que es cirugía de terror serie B bien lograda, con suficiente sangre y estilo para dejarte con sonrisa y escalofríos.


Perfecta para ver a medianoche con luces apagadas… Y casi excelente en general como pelicula de cine.


Ahora bien: ¿por qué digo “casi excelente”? Porque tiene momentos de brillantez como la escena de la caja-regalo con la cabeza decapitada (sí, lo leíste bien la primera vez que lo dije) o esa secuencia de la camilla quirúrgica al final, que remiten a un delirio muy setentero/ochentero de hospital del terror. Pero también arrastra sus defectos: la lógica narrativa se deja de lado en beneficio del espectáculo, y hay ralentizaciones innecesarias. Algunos personajes secundarios están ahí sólo para morir (lo cual es habitual en el subgénero) y la caracterización es mínima. Críticos contemporáneos lo califican como “junk food slasher de los 80s” pero “sangre suficiente para entretener”. 


En suma: para quien entre con la expectativa adecuada —nada de cine de terror sofisticado, sino una experiencia pulp, divertida, con sustos baratos y atmósfera febril— X-Ray funciona de maravilla. Logra que no bajemos la guardia hasta su tramo final, y aunque peque de los típicos errores de bajo presupuesto, se sostiene como una opción mucho mejor de lo que su estatus de serie B daría a entender.










jueves, 30 de octubre de 2025

Bates Motel (1987).

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆ — Buena — 8/10 — Digna de ver.


Bates Motel es un desvío televisivo extraño pero intrigante en la saga Psycho, aunque no es parte de ella, ambas se omiten, excepto a la de 1960 de la cual esta se puede tomar como secuela solo de esa.


Y es que cuando uno cree haber visto todo lo relacionado con la saga Psycho / Psicosis, incluida la nueva version de 1998, aparece una película para TV como Bates Motel (1987), ese tipo de spin-off perdido que parece existir fuera del tiempo, como un recuerdo confuso que no sabes si fue real o una broma de mal gusto de IMDb. Y sí, es real. Existe. Fue un telefilme producido por Universal para la cadena NBC, pensado como el episodio piloto de una serie que jamás vio la luz. Y aunque no tiene ni a Anthony Perkins ni a Hitchcock (obvio), ni sigue del todo la línea argumental de las películas anteriores, de alguna forma… funciona.


Estrenada en TV de manera ambigua entre Psycho III (1986) y Psycho IV: The Beginning (1990), esta entrega se presenta como una especie de secuela alternativa o universo paralelo de la original. En ella, Norman Bates ha muerto (fuera de pantalla, sin gloria ni sangre), y su viejo “amigo” de manicomio, Alex West (interpretado por Bud Cort, el recordado protagonista de Harold and Maude), hereda el infame motel y decide reabrirlo. La premisa suena a parodia, pero no lo es. Alex, traumatizado pero bien intencionado, quiere transformar el motel en un lugar de renovación emocional. El problema, claro, es que el lugar sigue habitado por presencias… y no todas del plano físico.


La película tiene ese encanto noventoso prematuro que sólo los telefilmes de finales de los 80 logran tener: iluminación plana, decorados de cartón piedra y una extraña mezcla de horror suave con drama humano y tintes sobrenaturales. Sí, sobrenaturales. Porque Bates Motel se aleja completamente del enfoque psicológico de las películas de Hitchcock y Perkins, y se lanza sin pudor hacia lo paranormal. Fantasmas, redención, traumas… casi parece un cruce entre La dimensión desconocida y Highway to Heaven / Camino al cielo, pero ambientado en ese motel icónico con su fachada art deco y sus pasillos cargados de historia fílmica.


Y, aunque pueda parecer sacrilegio decirlo, el resultado no esta nada mal. La dirección corre a cargo de Richard Rothstein, guionista de películas como Death Valley (1982) y creador de la serie clasica de los 80s The Hitchhiker. Su estilo es directo, sin grandes pretensiones, lo cual juega a favor del tono extraño de esta historia que nunca termina de decidirse entre el homenaje, el reinicio-secuela o el fan fiction.


Lo más curioso es que, a pesar de no tener a ninguno de los actores originales —ni siquiera un cameo— y de tratar de cerrar la historia de Norman con una línea de diálogo, Bates Motel se las arregla para no ser completamente ridícula. Tiene corazón. 


Esta película realmente, como dije, era el piloto de una serie de TV y tiene una premisa que, con mejor desarrollo y más apoyo de la cadena, podría haber dado pie a una serie interesante. Imagina una especie de Hotel Bates para almas rotas, una mezcla de horror suave, drama psicológico y casos semanales. Raro, sí, pero no tan descabellado. Y, siendo honestos, mucho más digno que otros intentos modernos de revivir clásicos sin alma. Excepto claro por la excelente Bates Motel la serie de 2013 que mas de 20 años despues sí consiguio llevar la historia de Psycho a la TV. Pero es que esta otra serie del 87, con este piloto que quedo solo como telefilme unitario, pretendia ser secuela, extensión, no reinvención de la historia original como es la de 2013.


Pero... ¿Es tan intensa como Psycho II o tan enfermiza como Psycho III? No. ¿Tiene la profundidad psicológica de Psycho IV? Tampoco. Pero tiene algo que la hace rescatable, sobre todo si la ves sabiendo lo que es: un telefilme olvidado, extraño, fallido y fascinante por ratos. No apto para puristas de Hitchcock, pero sí para los cinéfilos obsesivos como yo, los que encuentran estas rarezas por accidente, y luego no pueden dejarlas ir.





miércoles, 29 de octubre de 2025

The Super / El Conserje (2017).

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆ — Buena — 8/10 — Digna de ver.


Ok, este filme lo vi este mes, hace unos días en una plataforma de streaming, es un filme de cine independiente que se eleva un poco más que el promedio de serie B — de hecho raya un poco en lo que llaman elevated horror — pero no llega a tanto, aunque el giro final es muy sorprendente (y frustrante si esperabas que el bien ganara). Lo genial es que en el filme nada es lo que parece, y hasta los últimos minutos te das cuenta de eso cuando llega el giro…


Dirigida por Stephan Rick, escrita por John J. McLaughlin y con una duración de 90 minutos, fue un increíble fracaso aun para su bajo presupuesto que fue de unos US$2.3 millones y la taquilla mundial apenas rondó los US$19,000.


O sea: no es un blockbuster ni de lejos, ni pretendía serlo, pero esperaba ser algo que al menos dejara huella.


También fue de las últimas películas que el entrañable y difunto Val Kilmer hizo antes de ya no poder actuar por su enfermedad. La peli es estadounidense pero tiene un toque que parece británico; de hecho, como yo la vi sin saber nada de nada de ella, y cuando pasó por los cines hace 8 años ni me enteré, y la vi doblada al español, pues yo pensé que era británica hasta que vi que está ambientada en Nueva York, y después vi que efectivamente es una producción de EE.UU. 


Actoralmente: Kilmer interpreta al misterioso Walter, majestuosamente dentro de lo posible, y el protagonista el “super”, el conserje, es Patrick Flueger como Phil Lodge, con una mesurada y correcta actuación.


Kilmer se esfuerza, y por ratos se hace notar y roba cámara pero la estructura del guion lo deja medio a la deriva.


Una buena película pero más cerca de simplemente bueno que de muy bueno y definitivamente lejos de excelente.


Sí: cumple bastantes cosas — ambiente opresivo, buena premisa, ese “todo puede no ser lo que parece” que me atrapó — pero le faltan en mi opinión cohesión, profundidad real, y un pulido que la catapulte.


Por ejemplo: el tono británico pseudo-gótico me parece un intento interesante, pero la ambientación neoyorquina queda ahí, sin explotar del todo; la tensión sube, se acumula, pero llega un momento en que el ritmo tropieza.


Y ese giro final del que hablaba: wow, te lo plantan… pero también te lo meten con calzador, y se siente más un “a ver, sorprendámos al público” que un desenlace orgánico desarrollado totalmente ganado.


En lo técnico: la fotografía con relación de aspecto 2.39:1 le da ese aire de cine más “elevado”.  Sus efectos o ambientación de horror sobrenatural no reinventan la rueda, pero para un presupuesto modesto se defienden.


En lo de actores: como dije, Flueger mantiene bien el peso de protagonista, pero los secundarios, excepto Val que es casi co-protagonista, y el desarrollo de personajes no tienen tanta consistencia como uno esperaría para que el giro final cale con más fuerza.


En resumen: si estás buscando una película de horror independiente que no sea la misma cuestión pretensiosa de siempre, The Super merece un vistazo. Pero no la reserves como obra maestra ni esperes un final que te deje boquiabierto de admiración — más bien te dejará boquiabierto preguntando “¿Eh?”








sábado, 25 de octubre de 2025

Corpse / The Possession of Hannah Grace / Cadáver (2018.)


Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


Vaya sorpresa me llevé con Corpse o The Possession of Hannah Grace. No es una película perfecta, pero tiene ese tipo de terror que se mete bajo la piel y te hace mirar dos veces hacia la oscuridad del pasillo. Las escenas realmente terroríficas no son muchas, pero las que hay, funcionan. Funcionan porque están bien ejecutadas: el silencio de la morgue, los encuadres fríos, el sonido del metal rozando la carne... todo contribuye a una atmósfera opresiva que te mantiene en vilo. Y ese final, esa última línea de la protagonista, te deja con la duda satisfecha de que paso pero te da otra ¿Ahora que es lo que hará ella..?


La película está dirigida por Diederik Van Rooijen, quien logra algo curioso: un terror de estudio con alma de serie B, pero con empaque de producción moderna. Visualmente es limpia, casi quirúrgica en su precisión visual, lo cual encaja a la perfección con el ambiente del hospital forense. La fotografía azulada y la luz fluorescente son parte esencial del miedo, porque aquí no hay castillos ni cementerios, sino un lugar cotidiano convertido en pesadilla.


En el plano actoral, Shay Mitchell —sí, la de Pretty Little Liars— sorprende con una interpretación contenida, vulnerable y física. Su personaje, una ex policía lidiando con sus demonios personales, es casi un arquetipo, pero Mitchell logra que tenga peso emocional, algo que no todos los filmes de terror recientes consiguen. A su alrededor, el resto del elenco cumple con oficio, sin robar protagonismo ni distraer del eje central: ese cadáver que no está tan muerto como parece.


El guión, eso sí, se queda corto en ambición. Es lineal, sin demasiados giros, y se apoya más en la atmósfera y el ritmo que en la profundidad narrativa. Pero curiosamente, eso juega a su favor: es un terror directo, que no se disfraza de metafórico ni pretende reinventar el género. En tiempos de “elevated horror”, este filme recuerda que el miedo también puede ser inmediato, físico, entretenido.


Con un presupuesto modesto de alrededor de 7 millones de dólares, The Possession of Hannah Grace logró recaudar más de 43 millones en taquilla mundial, una cifra más que respetable y exitosa para un título de terror de invierno. Es decir, fue rentable, ágil, complaciente... pero, sorprendentemente, no desechable. Tiene ese toque pulcro de los thrillers de terror sobrenaturales producidos por grandes estudios, pero conserva la crudeza del terror de bajo presupuesto.


En resumen, es una pequeña joya dentro de su categoría: una película que no pretende ser más de lo que es, pero que logra exactamente lo que promete. Te asusta, te intriga y te deja pensando en ese último grito del cadáver. Y claro la ultima e inquietante linea de la protagonista que explica brevemente que es lo que pasó.

Creepy!




viernes, 17 de octubre de 2025

The Stepfather / El Padrastro (1987).

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.

Hay películas que te atrapan desde su primer fotograma, y The Stepfather / El Padrastro es una de esas joyas que, a pesar de no ser considerada una obra maestra por la crítica convencional, se impone como un thriller psicológico perturbador, rodeado de una atmósfera tan densa y escalofriante que te deja con la sensación de haber presenciado algo sumamente insano, pero imposible de apartar la vista. Si bien la película podría fácilmente encajar dentro del subgénero slasher de los 80, es mucho más que eso. Es un retrato del caos, del desajuste mental que se esconde tras la fachada de lo cotidiano, algo tan visceralmente horrendo que parece una distorsión del sueño americano.

La película se abre con una de las secuencias más sencillamente espantosas que he visto en una película de terror. Sin adornos ni grandes efectos, el director Joseph Ruben logra lo que pocos en este género: una introducción visceralmente efectiva que no necesita de sangre a raudales para darnos una idea del terror que se avecina. Todo empieza con una escena de un tipo (interpretado por Terry O'Quinn) que, tras masacrar a una familia, limpia y ordena la casa antes de salir por la puerta, sin prisa pero con una calma escalofriante, como si nada hubiera ocurrido. El asesino no es un monstruo sobrenatural ni un "villano" ambiguo; es alguien muy humano, y es precisamente esa banalidad lo que lo convierte en un ser aún más aterrador.

Desde el primer minuto sabemos quién es el culpable, lo que, lejos de restar tensión, agrega una capa extra de incomodidad: el verdadero terror no reside en descubrir al asesino, sino en comprender el horror que se esconde detrás de su fachada de "hombre perfecto". Este es el tipo de película slasher que no solo nos muestra sangre y vísceras, sino que nos invita a adentrarnos en una mente perturbada, a seguir de cerca los pensamientos de un hombre que parece tener una vida normal y hasta entrañable, pero que en realidad está desquiciado, un peligro latente en la vida cotidiana de cualquier familia suburbana. Solo ya cerca del final me parece la pelicula se tambalea entre lo superficial y efectista.

Terry O'Quinn, conocido por sus papeles posteriores en series como Lost, ofrece una actuación memorable que se ha ganado su lugar como uno de los villanos más perturbadores del cine de terror. Su interpretación del padrastro de familia perfecta que se transforma en un asesino despiadado es tan calmada y meticulosamente controlada que, incluso cuando la violencia se desata en pantalla, uno no puede dejar de sentir que esa calma es aún más inquietante que el propio acto de matar.

El guion, escrito por Donald E. Westlake, no se conforma con lo superficial. Si bien The Stepfather puede ser vista como una película serie B, no cabe duda de que está hecha con una visión clara, y se siente más elevada que la típica película de terror de bajo presupuesto de los 80. Es un híbrido entre un slasher y un thriller psicológico que explora el vacío emocional de una familia aparentemente perfecta, pero fracturada por un hombre que, al igual que cualquier otro "padre", pretende encajar en su rol, pero en el fondo no es más que una bomba de tiempo. Este es un slasher que no se limita a las muertes; se dedica a desmenuzar el daño psicológico de sus personajes, especialmente el de la hija de la familia, interpretada por Jill Schoelen, quien comienza a sospechar de las intenciones de su padrastro.

La película también juega con una estructura de tensión constante, donde las pequeñas interacciones familiares se convierten en situaciones peligrosas y llenas de suspenso, especialmente cuando el personaje de O'Quinn empieza a mostrar pequeñas grietas en su fachada de "padre perfecto". Esto se ve en cada conversación, en cada mirada, en cada escena donde el "padre" intenta mantener la calma mientras la máscara de su cordura comienza a caerse.

En cuanto a su recepción crítica, The Stepfather fue relativamente bien recibida en su estreno, especialmente por su enfoque más psicológico y menos gore que el resto de las películas de terror de la época. A pesar de estar enmarcada como una película serie B, muchos críticos destacaron la capacidad del filme para mezclar el thriller psicológico con los elementos clásicos del slasher, lo que lo convirtió en un título de culto en los años posteriores. A nivel de taquilla, el filme no fue un gran éxito en su estreno, pero con el tiempo ha ido ganando una base de seguidores leales que lo consideran uno de los mejores ejemplos de terror psicológico de los años 80.

Lo fascinante de The Stepfather es que, aunque nunca llegó a ser un éxito de taquilla como otros títulos de terror contemporáneos, con el paso de los años ha mantenido su relevancia gracias a su potente atmósfera y su enfoque psicológico, que sigue resonando con nuevas generaciones de espectadores. En la actualidad, The Stepfather está disponible en varias plataformas de streaming, como Shudder y Amazon Prime Video, lo que la hace accesible para aquellos que busquen una experiencia de terror más cerebral y perturbadora, alejada del exceso de efectos y sangre que caracteriza muchas películas del género.

Lo que más inquieta de The Stepfather es precisamente lo que la hace tan efectiva: un hombre normal, dentro de una familia normal, que esconde una monstruosidad tan profunda que la propia estructura familiar no puede soportarla. A medida que avanza la película, el espectador no solo es testigo de la violencia física, sino también de la psicosis que consume al personaje de O'Quinn. Al final, uno se queda con la sensación de que el verdadero terror no está en las muertes, sino en la idea de que cualquier ser humano puede llegar a perder el control, y peor aún, puede ser uno de los nuestros.







sábado, 11 de octubre de 2025

Phantasm (1979).

 

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


Hay películas que uno siente que debe ver no solo por obligación cinéfila, sino porque su mera existencia parece un secreto a voces entre fanáticos del cine B, del horror extraño, del culto puro. Phantasm es, sin duda, una de ellas. Llevaba años oyendo su nombre como una especie de leyenda urbana del cine: “Tenés que verla, es una locura”, “Tiene bolas voladoras asesinas”, “Es como Lovecraft mezclado con ciencia ficción psicodélica”, decían algunos. Yo la descubrí por un youtuber hace unos 10 años, pero fue recién hace unos meses que la encontré en esa misma plataforma (la maravillosa YouTube) medio oculta por ahí en un canal de peliculas antiguas. La vi. Y quedé encantado, confundido y perturbado a partes iguales. Aunque en un análisis final me pareció casi excelente, no excelente.


Estrenada en 1979, Phantasm es el producto de una de esas mentes que funcionan fuera del sistema: Don Coscarelli, quien escribió, dirigió, fotografió y editó esta joya lisérgica con apenas 300 mil dólares de presupuesto. Una ópera prima de locura independiente que, contra todo pronóstico, se convirtió en un filme de culto, generando una saga de cinco entregas y una legión de fans fieles que aún debaten su significado.


La historia —si es que se le puede llamar así— gira en torno a Mike, un niño huérfano que, tras la muerte de su hermano, empieza a sospechar que el siniestro director de la funeraria local (el icónico Tall Man, interpretado con elegancia monstruosa por Angus Scrimm) está haciendo cosas no-muy-humanas con los cuerpos. A partir de ahí, el relato se va torciendo hacia lo irreal: esferas flotantes que perforan cráneos, enanos encapuchados que parecen salidos de un delirio de Dune, portales dimensionales y un sentido constante de que la realidad no es confiable.


Y ahí está el punto fuerte de Phantasm: su atmósfera. Más que una historia con estructura, lo que Coscarelli construye es una pesadilla. Todo en la película parece existir bajo las reglas de un mal sueño: los cortes abruptos, la lógica flotante, las imágenes desconectadas pero intensas. No es terror “realista” ni siquiera gore al uso, es un terror sensorial, sucio, perturbador, cargado de simbolismo y desconcierto.


Visualmente, a pesar del muy bajo presupuesto, la película tiene momentos hipnóticos. La fotografía de Coscarelli tiene ese grano del cine setentero, pero con composiciones que parecen sacadas de una pesadilla gótica. Y la banda sonora, compuesta por Fred Myrow y Malcolm Seagrave, es otro de sus aciertos: minimalista, repetitiva, casi electrónica, como una versión maldita del score de Halloween.


En cuanto a las actuaciones, lo mejor es Angus Scrimm, que se roba cada escena como el “Tall Man”, figura delgada, vestida de negro, con un rostro cadavérico que parece haber salido de un cuento macabro. Su simple aparición en pantalla genera incomodidad. Mike (A. Michael Baldwin) es un protagonista curioso, más pasivo que heroico, pero eso le da cierto aire infantil que funciona dentro de este mundo onírico.


Ahora bien, el final… El famoso final. Ese giro en el que todo —quizás— fue un sueño, una alucinación, una especie de proceso de duelo interno de Mike… puede que decepcione a quienes buscan una conclusión clara o una mitología sólida. Pero, si se lo piensa desde el terreno del horror cósmico, tiene sentido. Como con Lovecraft, no se trata de explicar, sino de sugerir que hay algo mucho más grande y ajeno a nuestra comprensión: otras dimensiones, otros mundos, otras leyes físicas. No es casualidad que hasta el último tercio del filme uno no entienda que está viendo ciencia ficción y horror cosmico disfrazados de terror sobrenatural.


Ese tipo de horror —el de los seres multidimensionales, el de realidades rotas— es, en mi opinión, uno de los más escalofriantes. Porque no se le puede disparar, ni rezar, ni razonar. Hace que los asesinos en serie y fantasmas típicos del cine parezcan niños de kinder. Solo los demonios y algunos seguidores de Trump podrían igualar esa magnitud de horror, jajajaja.


Phantasm fue un éxito grandísimo en taquilla (recaudó más de 12 millones de dólares, una cifra enorme para su presupuesto de  300 mil dólares), pero su legado es aun mucho más grande que su éxito comercial. Es una obra que sigue viva porque no hay nada igual. Porque, más que contar una historia, invoca una emoción: la del miedo puro, primitivo, ancestral. Y eso, en el cine de horror, es oro puro.




Lost Souls / Almas Perdidas (2000).


Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


A finales de los años 90 e inicios del 2000, el cine de horror vivió un renacer apocalíptico. El cambio de milenio trajo consigo no solo ansiedades informáticas (¿recuerdan el Y2K?), sino también una ola de películas que exploraban el fin del mundo desde ángulos espirituales y oscuros. En ese contexto llegó Lost Souls, dirigida por Janusz Kaminski —más conocido como el director de fotografía de Steven Spielberg—, quien aquí se aventura a dirigir su primer largometraje con una estética gótica y una atmósfera visual profundamente cuidada.


La película sigue a Maya Larkin (Winona Ryder), una mujer marcada por el fanatismo y el trauma, quien se une a un grupo de exorcistas católicos para detener el nacimiento del Anticristo. El elegido para esta transformación demoníaca es Peter Kelson (Ben Chaplin), un intelectual y escritor escéptico, cuya vida comienza a girar lentamente hacia lo inexplicable.


Desde el primer fotograma, Lost Souls impacta visualmente. Kaminski imprime su firma fotográfica —luces difusas, encuadres estilizados, tonos verdosos y amarillentos— que otorgan al filme una textura casi pictórica. Hay imágenes que parecen sacadas de una postal barroca o una pesadilla sacra: el venado que aparece en el tramo final es un ejemplo perfecto, casi una pintura gótica en movimiento. Incluso escenas más convencionales como las de interiores urbanos o calles desiertas están filmadas con una elegancia casi sobrenatural.


Lo actoral recae fuertemente en la figura etérea de Winona Ryder, quien, aunque algo contenida en su interpretación, logra transmitir la intensidad silenciosa de una mujer al borde de la obsesión. Hay momentos en que sus susurros —dirigidos casi como oraciones agresivas— retumban más que cualquier efecto sonoro. Ben Chaplin, por su parte, ofrece una actuación más sobria, contenida, lo que equilibra el tono a veces excesivamente dramático del filme.


Musicalmente, la banda sonora de Jan A.P. Kaczmarek es sutil pero efectiva, acentuando la tensión sin volverse invasiva. Los coros y arreglos tenebrosos se alinean con la tradición del cine de posesiones, evocando claramente influencias de The Exorcist (1973), película a la que Lost Souls le debe mucho, como también a The Omen (1976) y Stigmata (1999), esta última su hermana espiritual de época de fin de milenio y género.


Sin embargo, y a pesar de su impresionante empaque visual, Lost Souls carece de un guion verdaderamente sustancioso. La trama, si bien intrigante en su premisa, se siente lineal, predecible, y por momentos simplemente reciclada. Hay buenas líneas de diálogo, sí, y escenas memorables como la de los perros o el enfrentamiento final, pero no alcanzan para dotar al conjunto de una verdadera fuerza narrativa. Es una película que parece construida para la mirada, más que para el pensamiento o el escalofrío.


En términos de recepción, Lost Souls fue un fracaso comercial, con una recaudación modesta de alrededor de 16 millones de dólares frente a un presupuesto estimado de 50 millones. Fue eclipsada ese mismo año por propuestas similares como End of Days (con Schwarzenegger) y la mencionada Stigmata. La crítica tampoco fue indulgente: muchos señalaron su belleza superficial pero vacía, una crítica justa pero tal vez incompleta.


Porque Lost Souls tiene algo que otras no: estilo. Puede que no reinvente el subgénero del horror satánico, ni entregue una historia inolvidable, pero lo que le falta en sustancia lo compensa con una dirección visual soberbia, una atmósfera única y momentos que, como ese ciervo fantasmal o el rostro iluminado de Ryder en la oscuridad, se quedan flotando en la memoria del espectador más sensible al cine como experiencia estética.




viernes, 10 de octubre de 2025

Dark Water / Agua Turbia (2005).


Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


Hubo en los 2000s una moda de cine paranormal en Hollywood iniciada por remakes estadounidenses de películas de terror y horror japonesas como The Ring / El Aro y The Grudge / La Maldición. De esas, en su momento solo Dark Water vi en cine; las demás me las topé años después en DVD. Y bueno, el punto es que Dark Water me pareció casi excelente. Solo que el final me deprimió un poco: ver a esa niña fantasma tan decadente, corrompida en su ternura y en su amor… ufffff. Me pareció algo cruel en ese aspecto, porque fue un final triste de maldad triunfante, pero no cualquier maldad, sino algo derivado de inocencia infantil corrompida por la tristeza. Muy deprimente para mi gusto. Aun así es gran terror psicológico, sobrenatural, con buenos jump scares y escenas envolventes.


Dark Water es un remake estadounidense de la versión japonesa de 2002 dirigida por Hideo Nakata, basada en el cuento corto Floating Water de Koji Suzuki. 


Esta versión de 2005 fue dirigida por Walter Salles, con guion de Rafael Yglesias. Protagoniza Jennifer Connelly como Dahlia Williams, junto a Ariel Gade (su hija Ceci), Tim Roth, John C. Reilly, Pete Postlethwaite, entre otros. 


Su duración alrededor de 105 minutos y su presupuesto estimado fue de unos US$30 millones; la película recaudó aproximadamente US$68.3 millones en todo el mundo. 


Lo que me gustó o encantó:


Gran atmósfera: esos apartamentos deteriorados, la humedad, las manchas de agua negra, el sonido doliente del goteo, la lluvia, los espacios mal mantenidos. Todo eso contribuye a un terror que no depende solo de sustos, sino del ambiente, del agobio, de la sensación de abandono. 


Actuaciones sólidas: Jennifer Connelly logra hacer creíble esa madre agobiada, con culpa, con esperanza, con miedo. La relación con Ceci tiene momentos muy humanos. Los personajes secundarios ayudan a darle textura al horror, lo hacen menos “solo fantasmal” y más real. 


Mezcla de lo psicológico y lo sobrenatural: no es puro susto; hay drama, ansiedad, peleas de custodia, sentimientos de abandono, miedos reales. Esa combinación hace que el horror sobrenatural tenga más peso, cuando ocurre. 


Escenas muy memorables: la niña fantasma (“Natasha”), el derrame del agua y el olor a humedad, escuchar goteos o ver manchas que se expanden; la sensación de que no puedes confiar en tus propias paredes o en qué tan seguro es tu espacio. Esas escenas te revuelven por dentro. 


Lo que no terminó de convencerme del todo:


Ritmo desigual: hay ratos en que la película parece alargar lo que pudo haber sido más breve, con escenas de transición que disminuyen la tensión. Algunos críticos dicen que la película “se hunde” en atmósfera pero no termina de entregar sustos contundentes en algunos momentos. 


El final: como ya dije en esta reseña, muy cruel, muy triste, lo supera mucho lo emocional y eso esta bien pero quizá le faltó un poco más de “explicación sobrenatural” o al menos de cierre para quien necesita atar cabos. Para mí eso emocional desolador debió intensificar el impacto, no diluirlo. Algunos opinan que el remake pierde parte del misterio que tenía la versión japonesa en eso. 


Expectativas vs ejecución: con la moda de remakes de horror japonés, uno esperaba algo tan contundente como The Ring o The Grudge. Dark Water entrega muchas cosas buenas, incluso excelentes, sí, pero no rompe del todo el molde. Hay belleza, hay sustos, pero también cierta familiaridad en tropos ya vistos... Esa palabra "tropos" esta esta como de moda ¿verdad?


Volviendo a ese se final, a pesar de todo tiene cosas que me gustaron mucho, con la niña fantasma, la ternura corrompida, la imagen de Dahlia enfrentando el terror en un espacio lleno de agua, ese momento en que la maldad parece heredar la inocencia... fue algo que me dolió y me dejó pensando días después. Porque no es solo “película de fantasmas”, es algo sobre lo vulnerable de la infancia, lo que puede hacer una madre por proteger, lo que puede quebrarse cuando el abandono se mezcla con lo sobrenatural.


Y ese toque personal en toda la película es genial: aunque no fue la película más excelente que haya visto, hizo que recordara noches de lluvia, techos filtrados, cuartos húmedos, como si el silencio contuviera peligro. Esa capacidad de que una película te deje con el peso del agua, del sonido lento del goteo, del miedo a que algo crezca en la oscuridad, incluso después de apagar luces, es lo que la convierte en algo más que solo “entretenimiento”.





jueves, 9 de octubre de 2025

The Blair Witch Project / El Proyecto de la Bruja de Blair (1999).


Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.


Esta fue una de las primeras películas que vi en cine cuando ya había regresado a El Salvador, siendo ya un veinteañero, sintiéndome extranjero en mi propia tierra — criado en otro país centroamericano más cosmopolita, bastante distinto. Desde Panamá traía la expectativa alta: el marketing era impresionante, escalofriante, esa campaña de rumores, carteles, la web, testimonios de que lo que verías podría ser real… algo raro para la época.


Mi amiga Jeannette de Panamá — a quien ya he mencionado algunas veces en este blog — me decía por cartas escritas a mano que, cuando ella vio ...Blair Witch..., la sala quedó en silencio al final; que no hubo murmuros, nadie hablaba al salir, como si todos estuvieran procesando algo que los había movido por dentro.


Yo, por mi parte, la película no me pareció verdaderamente terrorífica en su mayor parte. Sí, es más suspenso que horror puro, con momentos de tensión bien logrados, pero también con ratos que se sienten lentos, algo melodramáticos, casi superficiales. No obstante, es una película muy buena, aunque no la calificaría de excelente. El final, aunque muy original, me dejó con cierto vacío por su falta de explicación clara de lo sobrenatural.


Pero luego, llegó lo que jamás olvido: esa noche, al dormirme en mi cuarto, justo a la medianoche o cerca, me desperté oyendo los mismos ruidos de piedrecitas que en la película la Bruja hace, al comenzar a acechar a sus víctimas. Piedrecitas golpeando algo, tal vez la pared, quizá el suelo fuera… fueron momentos sutiles, pero reales para mí. Que horror. Claro, pudo ser una coincidencia o que me sugestione, pero siendo honesto, NO quería pensar que era algo paranormal — no porque no crea, sino porque imaginarlo fue simplemente horrible. Fue la única película de terror que de adulto me ha aterrorizado de esa forma. No fue pesadilla, sino algo que viví despierto.


Dirigida por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Esta pelicula fue concebida con un presupuesto bajísimo — unos US$60,000 aproximadamente — y filmada con cámaras portátiles, movimientos reales, clima cambiante, poca preparación, para lograr ese estilo de metraje encontrado (“found footage”) que quiere hacerte dudar entre lo real y lo ficticio. 


A pesar de su bajo costo, The Blair Witch Project fue un enorme éxito comercial: recaudó cerca de US$248.6 millones en todo el mundo. En EE.UU. ganó alrededor de US$140.5 millones, y fuera otros US$108 millones. 


La recepción crítica fue mayormente positiva: tiene un 86‑87% de críticas favorables en Rotten Tomatoes, con elogios por su atmósfera, la sugestión más que lo explícito, el efecto de lo desconocido. 


Y para mí:


Lo que merece aplausos:


La atmósfera: bosques oscuros, sonidos sin identificar, pasos que no sabes si vienen, voces lejanas, gritos a lo lejos… todo ello construye una tensión lenta, que calienta el miedo más que los efectos.


Marketing y expectativa: pocas películas me han hecho creer tanto en algo que parecía mezcla de documental, leyenda urbana y experimento; ese aire de “¿y si fuera real?” pesa mucho.


Final original: aunque no da todas las respuestas, esa ambigüedad, esa sensación de abandono, de que quizá nunca sabremos qué pasó con los personajes, eso se queda.


Lo que me dejó con ganas de más:


Ritmo desigual: hay momentos en los que parece que avanzas en círculos (justo como los personajes), escuchas los mismos susurros o pasos una y otra vez, y la paciencia se pone a prueba.


Conexión emocional limitada con los personajes: como que no los conocemos lo suficiente para sufrir todos sus miedos al máximo.


Explicaciones sobrenaturales ausentes, lo cual puede ser virtud o defecto: para mí fue defecto, porque quería sentir más que dudar; quería que algo de lo sobrenatural se mostrara o al menos se sugiriera con más fuerza.


A pesar de todo, The Blair Witch Project es más que solo “muy buena”: tiene algo que se mete bajo la piel, en la mente, en los ruidos en la pared, en el silencio después de ver la pantalla en negro. No es mi película de terror favorita, ni la más contundente en sustos, pero sí una de las más originales que he visto. Esa experiencia personal — regresar, ver el cine, sentirme extranjero, anticipar algo gigante, y luego llevar algo tan simple como un ruido en la pared que me paraliza — hace que esta película sea especial para mí.


Fue el filme que me hizo darme cuenta de que el cine de terror puede ser silencioso, puede usar lo que no se ve, lo que se imagina, lo que se escucha — y que hasta un presupuesto mínimo puede generar sustos posteriores y huellas en el alma y la mente.






miércoles, 8 de octubre de 2025

What Lies Beneath / Revelaciones (2000).

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆ — Buena — 8/10 — Digna de ver.


Ví este thriller de terror What Lies Beneath / Revelaciones en el cine justo cuando salió, con esa expectativa de “gran película de Hollywood”, estrellas, misterio, lo sobrenatural… y la verdad es que fue un sube y baja de sensaciones que hasta ahora no se me olvida. Tiene momentos realmente sobresalientes, pero también huecos que hacen que uno cierre los ojos un segundo… solo un segundo, tratando de entender porque lo editaron o dirigieron así.


Desde lo más evidente: Michelle Pfeiffer. Dios mío, qué presencia, qué elegancia, qué mirar, qué voz, qué expresión. Y Harrison Ford, claro — siempre tan carismático, tanto en el rol de esposo ideal como en esas grietas morales que se empiezan a notar conforme avanza la película. Verlo a él actuando “el hombre normal” que oculta algo fue algo que me sorprendió: ya no solo es el héroe que salva el día, sino alguien con sombras, con secretos, con algo que no resuelve con disparos sino con silencios.


Esa mezcla de terror sobrenatural + asesino psicológico es ambiciosa: el guion toma ideas de lo hitchcockiano (vigilancias, espejos, puertas que se abren solas) mezcladas con fantasmas, con lo inexplicable, con esa vibración de “¿será real, paranormal o será paranoia?”, que en los buenos momentos funciona de maravilla. Tiene un giro inesperado a mitad de película que me sorprendió lo suficiente. Y la escena de la bañera… ufff, memorablísima: esa combinación de intimidad, vulnerabilidad, terror que se desliza silencioso hasta explotar de golpe. Casi rivaliza con la escena de la ducha de Psycho / Psicosis (1960), no la iguala, pero casi casi.


Me encantó:


Su Estética gótica‑moderna: la casa, la luz, el lago, las escenas nocturnas, el silencio después de un sonido raro, todo muy bien logrado visualmente. Tiene momentos de belleza espeluznante. 


Producción de alto vuelo: presupuesto estimado de US$100 millones, estrellas de primer nivel, buen equipo técnico, dirección de Robert Zemeckis, música de Alan Silvestri que me recordó a la de Danny Elfman.


Impacto emocional en algunos momentos: la tensión cuando lo sobrenatural irrumpe, la sencillamente soberbia y triste escena final en el cementerio, la escena de la bañera, la revelación final. Son momentos que se sienten. 


Lo que no me gustó:


Desarrollo de personajes algo apresurado: algunos diálogos y situaciones parecen medios forzados, como si tuvieran que llegar rápido al próximo susto o al próximo giro, sacrificando profundidad. Sientes en algunos momentos que podrían haber explorado más la psicología de Claire, la culpa, el miedo interior. 


Edición / ritmo: la película es larga (2 h 10‑130 minutos) pero aun asi se siente apresurada con edicion como que omitieron mucho que era esencial, y aunque esos primeros bloques de suspenso funcionan, hay tramos en los que la tensión decae, y los sustos/detalles sobrenaturales llegan cada vez más cerca del final, lo que genera cierta presión, sí, pero también algunas inverosimilitudes o escenas que pudieran haber sido más impactantes si no estuvieran comprimidas. 


La inconsistencia en la mezcla "sobrenatural vs psicópata": a ratos parece querer ser un thriller psicológico, a ratos un film de terror de fantasmas clásico, y a veces esos cambios de tono no se sienten fluidos del todo. Hay momentos en los que el horror sobrenatural podría haber sido explotado con más sutileza para que el impacto sea mayor.


En fin, me pareció bastante buena pero sin estar en la categoría de muy buena: definitivamente no la mejor película de terror que he visto, pero sí lo suficiente como para quedarme pensando en ella días después, con imágenes que se me quedaron clavadas (la bañera, el cementerio, los momentos en silencio antes del sobresalto). Tiene algo de Hitchcock, algo moderno, algo “cine de estrellas” que no siempre se usa bien en el terror, pero aquí funciona bastante.


Le faltó más tiempo para respirar, para que el terror sobrenatural se construya con más misterio antes de desplegarse, para que algunos personajes secundarios tengan más peso emocional. Pero también es parte de su encanto que a pesar de todo ello uno se deje llevar, que las luces, los sonidos, esos susurros, las revelaciones, te mantengan enganchado. Para mí fue Robert Zemeckis con un toque de Burton y bastante de Hitchcock... con un poquitín de pretensiones.

Para mí fue Robert Zemeckis con un toque de Burton y bastante de Hitchcock... con un poquitín de pretensiones.






martes, 7 de octubre de 2025

Fright Night / La Hora del Espanto (1985).

 Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆ — Buena — 8/10 — Digna de ver.


¿Una comedia de terror? ¿Un vampiro seductor? Sí, Fright Night (1985) es una de esas películas que me atrapó siendo adolescente: fue quizá la primera del subgénero terror-comedia que vi, donde las risas y los sustos tienen el mismo peso, y donde además el héroe se ve bien… y el villano te hace pensar en dejarle flores, literal.


Desde el principio, con Charley Brewster (William Ragsdale) viendo la llegada del nuevo vecino —ese Jerry Dandridge interpretado por Chris Sarandon— ya hay algo magnético. Sarandon como vampiro no solo tiene presencia, tiene elegancia, tiene malicia juguetona, tiene mirada penetrante… y sí, lo admito: me lo encontré atractivo, en ese estilo peligroso de hombre que vive al otro lado de la ventana y que podría ser completamente guapo si no fuera vampiro. El héroe, Charley, no es un musculoso invencible; es un muchacho normal, fanático del cine de terror (como yo lo fui... y aún lo soy), con sus dudas, su valor que brota poco a poco, su torpeza, su vulnerabilidad… lo cual lo hace más creíble, más cercano, y sí, también más guapo en su forma de enfrentarse al mal sabiendo que podría perder.


Técnicamente Fright Night maneja con mucha soltura el equilibrio entre comedia y terror. Dirigida por Tom Holland en su debut, la película juega con la atmósfera de vecindario oscuro, el suspenso de lo que no se ve, los efectos prácticos de vampiro, los momentos de tensión —cuando Jerry aparece o amenaza o seduce— y luego los respiros de humor, con Charley, con su amigo “Evil” Ed Thompson (Stephen Geoffreys), con el presentador de horror en TV, Peter Vincent (Roddy McDowall), quien tiene ese aire cínico/bohemio, ya algo gastado, pero con chispa. 


En cuanto a taquilla, Fright Night lo hizo bastante bien para lo que era el cine de terror/comedia de los 80s: con un presupuesto estimado de US$7‑9 millones, recaudó cerca de US$24.9 millones en EE. UU. en su lanzamiento. No fue un blockbuster de muchos millones, pero sí un éxito claro, sobre todo por lo diferente que era: terror amable, risas medianamente oscuras, vampiros de traje elegante, suspenso en la puerta de al lado. 


Lo que hace a Fright Night muy entretenida y sorprendente es esa mezcla: no te permite relajarte completamente, porque sabes que hay vampiros, muertes, sangre, mordiscos, pero tampoco te tiene con el susto todo el tiempo. Hay humor que muchas veces aligera la tensión, pero cuando llega lo serio lo hace funcionar de verdad. Esa combinación fue (y sigue siendo) de las mejores que he visto.


Vi la otra vez el remake con Colin Farrell (como el vampiro) y, sí, tiene cosas buenas: efectos más modernos, un ritmo actualizado, actuaciones más pulidas visualmente, posibilidades que en los 80s no existían. Pero para mí, el original se roba algo que el remake no termina de igualar:


En el original, Chris Sarandon como vampiro tiene esa seducción oscura + elegancia + maldad juguetona que lo vuelve inolvidable, y el héroe Charley (Ragsdale) con su valentía imperfecta lo hace muy querible.


En el remake, aunque Colin Farrell es impresionante en presencia y atractivo en su propio estilo, parece que él como villano se roba tanto la película (el vampiro) que el héroe queda un poco en segundo plano emocionalmente, o al menos no me llegó igual que esa mezcla de miedo+empatía+risa que lograba el original.


También siento que en la versión de los 80s hay más encanto en los efectos prácticos, en la música, en la atmósfera de película de medianoche, de VHS, de cine de barrio, que en el remake, que aunque moderno pierde algo de esa textura nostálgica.


Frifht Night me pareció buena, no demasiado buena, pero poco mas que simplemente buena porque cumple con lo que promete: vampiros, humor, susto, héroe atractivo, villano aún más atractivo, escenas memorables, tensión bien medida. No es perfecta porque algunos diálogos se sienten simplones, algunas escenas de transición lentas, ciertos efectos exagerados o sobreactuaciones que ya se sienten cliché, pero —y es un pero de admirador— esos defectos forman parte de su encanto. 


Ohhh, y el final tiene fuerza, no es solo la victoria del héroe, sino el enfrentamiento, el duelo, la revelación, la ambigüedad de lo que significa creer en lo sobrenatural cuando el mundo te dice lo contrario. La pelicula también es un sencillo y genial homenaje a esos shows de antaño de Estados Unidos donde un presentador o presentadora peculiar y sexy, como Vampira y Elvira -50s y 80s respectivamente- presentaban una pelicula de terror en la noche. ¡Súper!