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jueves, 30 de octubre de 2025

Bates Motel (1987).

Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico): 

☆☆☆ — Buena — 8/10 — Digna de ver.


Bates Motel es un desvío televisivo extraño pero intrigante en la saga Psycho, aunque no es parte de ella, ambas se omiten, excepto a la de 1960 de la cual esta se puede tomar como secuela solo de esa.


Y es que cuando uno cree haber visto todo lo relacionado con la saga Psycho / Psicosis, incluida la nueva version de 1998, aparece una película para TV como Bates Motel (1987), ese tipo de spin-off perdido que parece existir fuera del tiempo, como un recuerdo confuso que no sabes si fue real o una broma de mal gusto de IMDb. Y sí, es real. Existe. Fue un telefilme producido por Universal para la cadena NBC, pensado como el episodio piloto de una serie que jamás vio la luz. Y aunque no tiene ni a Anthony Perkins ni a Hitchcock (obvio), ni sigue del todo la línea argumental de las películas anteriores, de alguna forma… funciona.


Estrenada en TV de manera ambigua entre Psycho III (1986) y Psycho IV: The Beginning (1990), esta entrega se presenta como una especie de secuela alternativa o universo paralelo de la original. En ella, Norman Bates ha muerto (fuera de pantalla, sin gloria ni sangre), y su viejo “amigo” de manicomio, Alex West (interpretado por Bud Cort, el recordado protagonista de Harold and Maude), hereda el infame motel y decide reabrirlo. La premisa suena a parodia, pero no lo es. Alex, traumatizado pero bien intencionado, quiere transformar el motel en un lugar de renovación emocional. El problema, claro, es que el lugar sigue habitado por presencias… y no todas del plano físico.


La película tiene ese encanto noventoso prematuro que sólo los telefilmes de finales de los 80 logran tener: iluminación plana, decorados de cartón piedra y una extraña mezcla de horror suave con drama humano y tintes sobrenaturales. Sí, sobrenaturales. Porque Bates Motel se aleja completamente del enfoque psicológico de las películas de Hitchcock y Perkins, y se lanza sin pudor hacia lo paranormal. Fantasmas, redención, traumas… casi parece un cruce entre La dimensión desconocida y Highway to Heaven / Camino al cielo, pero ambientado en ese motel icónico con su fachada art deco y sus pasillos cargados de historia fílmica.


Y, aunque pueda parecer sacrilegio decirlo, el resultado no esta nada mal. La dirección corre a cargo de Richard Rothstein, guionista de películas como Death Valley (1982) y creador de la serie clasica de los 80s The Hitchhiker. Su estilo es directo, sin grandes pretensiones, lo cual juega a favor del tono extraño de esta historia que nunca termina de decidirse entre el homenaje, el reinicio-secuela o el fan fiction.


Lo más curioso es que, a pesar de no tener a ninguno de los actores originales —ni siquiera un cameo— y de tratar de cerrar la historia de Norman con una línea de diálogo, Bates Motel se las arregla para no ser completamente ridícula. Tiene corazón. 


Esta película realmente, como dije, era el piloto de una serie de TV y tiene una premisa que, con mejor desarrollo y más apoyo de la cadena, podría haber dado pie a una serie interesante. Imagina una especie de Hotel Bates para almas rotas, una mezcla de horror suave, drama psicológico y casos semanales. Raro, sí, pero no tan descabellado. Y, siendo honestos, mucho más digno que otros intentos modernos de revivir clásicos sin alma. Excepto claro por la excelente Bates Motel la serie de 2013 que mas de 20 años despues sí consiguio llevar la historia de Psycho a la TV. Pero es que esta otra serie del 87, con este piloto que quedo solo como telefilme unitario, pretendia ser secuela, extensión, no reinvención de la historia original como es la de 2013.


Pero... ¿Es tan intensa como Psycho II o tan enfermiza como Psycho III? No. ¿Tiene la profundidad psicológica de Psycho IV? Tampoco. Pero tiene algo que la hace rescatable, sobre todo si la ves sabiendo lo que es: un telefilme olvidado, extraño, fallido y fascinante por ratos. No apto para puristas de Hitchcock, pero sí para los cinéfilos obsesivos como yo, los que encuentran estas rarezas por accidente, y luego no pueden dejarlas ir.





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