Mi puntuación como fan del cine (no experto crítico):
☆☆☆1/2 — Muy buena — 9/10 — Definitivamente digna de ver.
A finales de los años 90 e inicios del 2000, el cine de horror vivió un renacer apocalíptico. El cambio de milenio trajo consigo no solo ansiedades informáticas (¿recuerdan el Y2K?), sino también una ola de películas que exploraban el fin del mundo desde ángulos espirituales y oscuros. En ese contexto llegó Lost Souls, dirigida por Janusz Kaminski —más conocido como el director de fotografía de Steven Spielberg—, quien aquí se aventura a dirigir su primer largometraje con una estética gótica y una atmósfera visual profundamente cuidada.
La película sigue a Maya Larkin (Winona Ryder), una mujer marcada por el fanatismo y el trauma, quien se une a un grupo de exorcistas católicos para detener el nacimiento del Anticristo. El elegido para esta transformación demoníaca es Peter Kelson (Ben Chaplin), un intelectual y escritor escéptico, cuya vida comienza a girar lentamente hacia lo inexplicable.
Desde el primer fotograma, Lost Souls impacta visualmente. Kaminski imprime su firma fotográfica —luces difusas, encuadres estilizados, tonos verdosos y amarillentos— que otorgan al filme una textura casi pictórica. Hay imágenes que parecen sacadas de una postal barroca o una pesadilla sacra: el venado que aparece en el tramo final es un ejemplo perfecto, casi una pintura gótica en movimiento. Incluso escenas más convencionales como las de interiores urbanos o calles desiertas están filmadas con una elegancia casi sobrenatural.
Lo actoral recae fuertemente en la figura etérea de Winona Ryder, quien, aunque algo contenida en su interpretación, logra transmitir la intensidad silenciosa de una mujer al borde de la obsesión. Hay momentos en que sus susurros —dirigidos casi como oraciones agresivas— retumban más que cualquier efecto sonoro. Ben Chaplin, por su parte, ofrece una actuación más sobria, contenida, lo que equilibra el tono a veces excesivamente dramático del filme.
Musicalmente, la banda sonora de Jan A.P. Kaczmarek es sutil pero efectiva, acentuando la tensión sin volverse invasiva. Los coros y arreglos tenebrosos se alinean con la tradición del cine de posesiones, evocando claramente influencias de The Exorcist (1973), película a la que Lost Souls le debe mucho, como también a The Omen (1976) y Stigmata (1999), esta última su hermana espiritual de época de fin de milenio y género.
Sin embargo, y a pesar de su impresionante empaque visual, Lost Souls carece de un guion verdaderamente sustancioso. La trama, si bien intrigante en su premisa, se siente lineal, predecible, y por momentos simplemente reciclada. Hay buenas líneas de diálogo, sí, y escenas memorables como la de los perros o el enfrentamiento final, pero no alcanzan para dotar al conjunto de una verdadera fuerza narrativa. Es una película que parece construida para la mirada, más que para el pensamiento o el escalofrío.
En términos de recepción, Lost Souls fue un fracaso comercial, con una recaudación modesta de alrededor de 16 millones de dólares frente a un presupuesto estimado de 50 millones. Fue eclipsada ese mismo año por propuestas similares como End of Days (con Schwarzenegger) y la mencionada Stigmata. La crítica tampoco fue indulgente: muchos señalaron su belleza superficial pero vacía, una crítica justa pero tal vez incompleta.
Porque Lost Souls tiene algo que otras no: estilo. Puede que no reinvente el subgénero del horror satánico, ni entregue una historia inolvidable, pero lo que le falta en sustancia lo compensa con una dirección visual soberbia, una atmósfera única y momentos que, como ese ciervo fantasmal o el rostro iluminado de Ryder en la oscuridad, se quedan flotando en la memoria del espectador más sensible al cine como experiencia estética.


No hay comentarios:
Publicar un comentario